Esta noche tengo cena de trabajo. Uno de esos compromisos ineludibles que uno intenta evitar pero no hay forma. Para empezar hay que ponerse "arreglá pero informal" que diría Martirio, esa gran cantante de copla. También hay que evitar tocar temas espinosos pero abundar en otros aparentemente inocentes. El caso es que todos nos llevamos bien, pero me da un cierto palo irme de picos pardos con mis jefes, fuera de horas de trabajo y empezando un fin de semana.
Después está el tema del local y del menú que los paladares más exquisitos ya han elegido y que se supone que es de lo más fashion en gastronomía del momento. O sea platos de forma irregular, con comida en miniatura y de nombre impronunciable.
Una servidora, que es muy dada a pillar a la gente in fraganti con la cámara de fotos, promete instantáneas impagables de los comensales. Quién sabe. A lo mejor los excesos ajenos me sacan de pobre, o me simplifican el trabajo. Mientras tanto, mientras yo sobrevivo a la encerrona, vuestras mercedes podrían ir ambientado la Bulla con un buen resopón. ¿Quién empieza a servir los chupitos a ritmo de cha-cha-chá?