viernes, 3 de enero de 2014

UNA PICA EN FLANDES

En los tiempos que corren voy a poner una pica en Flandes defendiendo el libro en papel. El pobre. Estoy hasta las narices de que me pretendan vender la idea que tiene los días contados, que el futuro es el libro electrónico. Que me digan que los mejores títulos ya están digitalizados y además se pueden comprar en paquetes. Así no hay que molestarse en ir a buscar títulos; de lo que te seleccionan, tú escoges. Y te lo selecciona gente que sabe mucho más que tú. Así que dónde vas tú, lector retrógrado y caprichoso a buscar autores o títulos no seleccionados por las ediciones digitales. Ellos sí que saben. Tú no. Además, ¿te has leído todo lo que ellos te proponen? seguro que no, insensato. Y qué decir del problema del espacio que ocupan los libros en papel, versus la propuesta electrónica, a ver. Por si fuera poco está el tema higiénico. El papel genera bacterias o estafilococos, no estoy segura, puaj qué asco. En cambio el digital es inocuo. Entonces yo miro el libro en papel, lo toco, lo ojeo y lo hojeo, lo huelo mmm y ... lo compro. Porque existe un placer intelectual, estético y casi sensual en el libro en papel. Mire usted, los digitales para los analfabetos. Yo, en mi profunda ignorancia, soy más de escoger por mí misma o de atender consejos de otros lectores, a que las editoriales elijan por mí. Y en papel, siempre en papel, por favor. Como la Biblioteca de Alejandría, la del Escorial, la del Vaticano, o tantas otras privadas, anónimas, modestas, con casi todos sus volúmenes en rústica si usted quiere, pero siempre interesantes.